domingo, 1 de abril de 2012

Cuento 1 (parte 1)

Era domingo, había salido el sol y mientras este iluminaba sus ojos cafés, intentaba recordar porque hacía esto. Era lo justo, le dijeron; eran lo correcto, le gritaron; era extremo pero no había otra forma de alzar la voz de protesta. Escribir una cuantas palabras con tinta arrancada de niños inocentes. La guerra es contra todos, todos aquellos que no piensan como ellos. Convencido de porque lo hacía, revolvía sus manos, nervioso, porque le asustaba el medio que usaría para la causa. Era hora, el carro se detuvo pero la gente seguía caminando como si fuera un día cualquiera; lo era, hasta la hora cero, nombre que se le dio al momento en el cual sucedió y en el que todo comenzó. Él bajo en su paradero, esperó, miró el puente peatonal que tenía que pasar. Observó a dos policías que conversaban al medio del puente, con odio, con superioridad. Él sabía que hoy moriría y se llevaría a la tumba esos dos peones "asquerosos y sin cerebro". Los pasó. Ellos no lo notaron, seguían hablando de sus esposas e hijos, de la última payasada del suboficial Pérez, de lo fresco que andaba el día. Él siguió su camino llegando a las escaleras para entrar a la acera. Está a menos de 20 metros de su objetivo. Tenía que pasar un paso de cebra. El semáforo estaba en rojo. Él esperaba y esperaba mirando a ese hombre con la silueta roja del semáforo recordándole que dentro de pocos instantes el dejaría a personas manchadas con ese color (es impresionante que tardes tan hermosas se tiñan de rojo y produzcan paz, pero la sangre, es una de las señales de la que más escapa la sociedad, sangre es signo de caos y desesperación, algo inaceptable en una sociedad "perfecta"); es "la advertencia digna y justa al país por centurias de abuso". Cambió a verde, y cada paso era un pedazo de metal oxidado más, cayéndose de esa estatua mental que representaba su pensamiento. Llegó a la acera y se detuvo, pues él sabía que estaba a menos de 13 metros de su objetivo. Miró hacia ambos lados, dos chicos jóvenes con su perro, una señora con un maletín y un viejo que caminaba lentísimo (ese, tan seguro de que la muerte iba más lenta que él) era las personas que se aproximaban a donde el empezó a acercarse. Ya no pensaba, solo se movía, la inercia hacía que vaya más lento (¿o será el miedo?). Sacó su celular y sabía que estaba a 0 metros de su objetivo. Cerro los ojos, los volvió a abrir y a su lado pasaban los dos chicos, inocentes para la razón, culpables para el fanatismo, con su perro. Cerro los ojos, dijo "mierda" y presionó el botón.